domingo, 18 de marzo de 2018

La carga de la brigada ligera


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Lord Alfred Tennyson 


La mitad de una comunidad, 
La mitad de una comunidad hacia delante 
Todos en el valle de la Muerte 
Cabalgaron los seiscientos: 
Adelante la Brigada Ligera 
Cargad contra los cañones', dijo 
Al interior del valle de la Muerte 
Cabalgaron los seiscientos. 

`¡Adelante la Brigada Ligera!' 
¿Había algún hombre afligido? 
No, aunque el soldado sabía 
Que alguien había cometido un error: 
Ellos no replicarían, 
Ellos no preguntarían el por qué, 
Ellos harían y morirían, 
Al interior del valle de la Muerte 
Cabalgaron los seiscientos. 

Cañón a su derecha, 
Cañón a su izquierda, 
Cañón delante de ellos 
Recibieron descargas de disparos y bramidos 
Les atronaron con disparos y obuses, 
Cabalgaron con bravura, 
Hacia las fauces de la Muerte, 
Hacia la boca del Infierno 
Cabalgaron los seiscientos. 

Centelleaban todos sus sables desenvainados, 
Centelleaban mientras los giraban en el aire, 
Atacando a los artilleros allá, 
Cargando contra un ejército mientras 
Todo el mundo se maravillaba: 
Zambulléndose por entre el humo de las baterías 
Por entre la línea que destrozaron; 
Cosacos y Rusos 
Tambaleándose por los golpes de sable, 
Destrozados y divididos. 
Entonces cabalgaron de vuelta, pero no, 
No los seiscientos. 

Cañón a su derecha, 
Cañón a su izquierda, 
Cañón detrás de ellos, 
Recibieron descargas de disparos y bramidos; 
Les atronaron con disparos y obuses, 
Mientras caballo y héroe caían, 
Aquéllos que tan bien habían luchado 
Sobrevivieron a las mandíbulas de la Muerte 
De regreso de la boca del Infierno, 
Todo lo que quedó de ellos, 
Lo que quedó de seiscientos. 

¿Cuándo puede desvanecerse su gloria? 
¡Oh, hicieron la carga salvaje! 
Todo el mundo se maravilló. 
¡Honor a la carga que hicieron! 
Honor a la Brigada Ligera, 
¡Nobles seiscientos! 

Oscar Wilde


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Oscar Wilde fue un escritor, poeta y dramaturgo británico, famoso por su habitual ingenio y sarcasmo social. Nació en el año 1854 en Dublín, en una familia aristócrata, siendo el mediano de tres hermanos. Es considerado uno de los dramaturgos mas estacados de Londres victoriano tardío; ademas, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio. Hoy es recordado por sus obras de teatro y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su temprana muerte. 

El Gigante egoísta 

Todas las tardes, al salir de la escuela, los niños jugaban en el jardín de un gran castillo deshabitado. Se revolcaban por la hierba, se escondían tras los arbustos repletos de flores y trepaban a los árboles que cobijaban a muchos pájaros cantores. Allí eran muy felices.
Una tarde, estaban jugando al escondite cuando oyeron una voz muy fuerte.
-¿Qué hacéis en mi jardín?
-He vuelto a mi castillo para tener un poco de paz y de tranquilidad -dijo con voz de trueno-. No quiero oír a niños revoltosos. ¡Fuera de mi jardín! ¡Y que no se os ocurra volver!Temblando de miedo, los niños espiaban desde sus escondites, desde donde vieron a un gigante muy enfadado. Había decidido volver a casa después de vivir con su amigo el ogro durante siete años.
Los niños huyeron lo más rápido que pudieron.
-Este jardín es mío y de nadie más -mascullaba el gigante-. Me aseguraré de que nadie más lo use.
Muy pronto lo tuvo rodeado de un muro muy alto lleno de pinchos.
En la gran puerta de hierro que daba entrada al jardín el gigante colgó un cartel que decía “PROPIEDAD PRIVADA. Prohibido el paso”. . Todos los días los niños asomaban su rostro por entre las rejas de la verja para contemplar el jardín que tanto echaban de menos.
Luego, tristes, se alejaban para ir a jugar a un camino polvoriento. Cuando llegó el invierno, la nieve cubrió el suelo con una espesa capa blanca y la escarcha pintó de plata los árboles. El viento del norte silbaba alrededor del castillo del gigante y el granizo golpeaba los cristales.
-¡Cómo deseo que llegue la primavera! -suspiró acurrucado junto al fuego.
Resultado de imagen para gigante-La primavera no ha querido venir a mi jardín -se lamentaba una y otra vez el gigante- Mi jardín es un desierto, triste y frío.Por fin, la primavera llegó. La nieve y la escarcha desaparecieron y las flores tiñeron de colores la tierra. Los árboles se llenaron de brotes y los pájaros esparcieron sus canciones por los campos, excepto en el jardín del gigante. Allí la nieve y la escarcha seguían helando las ramas desnudas de los árboles.
Una mañana, el gigante se quedó en cama, triste y abatido. Con sorpresa oyó el canto de un mirlo. Corrió a la ventana y se llenó de alegría. La nieve y la escarcha se habían ido, y todos los árboles aparecían llenos de flores.
En cada árbol se hallaba subido un niño. Habían entrado al jardín por un agujero del muro y la primavera los había seguido. Un solo niño no había conseguido subir a ningún árbol y lloraba amargamente porque era demasiado pequeño y no llegaba ni siquiera a la rama más baja del árbol más pequeño.
El gigante sintió compasión por el niño.
-¡Qué egoísta he sido! Ahora comprendo por qué la primavera no quería venir a mi jardín. Derribaré el muro y lo convertiré en un parque para disfrute de los niños. Pero antes debo ayudar a ese pequeño a subir al árbol.
El gigante bajó las escaleras y entró en su jardín, pero cuando los niños lo vieron se asustaron tanto que volvieron a escaparse. Sólo quedó el pequeño, que tenía los ojos llenos de lágrimas y no pudo ver acercarse al gigante. Mientras el invierno volvía al jardín, el gigante tomó al niño en brazos.
-No llores -murmuró con dulzura, colocando al pequeño en el árbol más próximo.
De inmediato el árbol se llenó de flores, el niño rodeó con sus brazos el cuello del gigante y lo besó.

-¿Dónde está vuestro amiguito? -preguntó ansioso.Cuando los demás niños comprobaron que el gigante se había vuelto bueno y amable, regresaron corriendo al jardín por el agujero del muro y la primavera entró con ellos. El gigante reía feliz y tomaba parte en sus juegos, que sólo interrumpía para ir derribando el muro con un mazo. Al atardecer, se dio cuenta de que hacía rato que no veía al pequeño.
Pero los niños no lo sabían. Todos los días, al salir de la escuela, los niños iban a jugar al hermoso jardín del gigante. Y todos los días el gigante les hacía la misma pregunta: -¿Ha venido hoy el pequeño? También todos los días, recibía la misma respuesta:
-No sabemos dónde encontrarlo. La única vez que lo vimos fue el día en que derribaste el muro.
El gigante se sentía muy triste, porque quería mucho al pequeño. Sólo lo alegraba el ver jugar a los demás niños.
Los años pasaron y el gigante se hizo viejo. Llegó un momento en que ya no pudo jugar con los niños.
Una mañana de invierno estaba asomado a la ventana de su dormitorio, cuando de pronto vio un árbol precioso en un rincón del jardín. Las ramas doradas estaban cubiertas de delicadas flores blancas y de frutos plateados, y debajo del árbol se hallaba el pequeño.
-¡Por fin ha vuelto! -exclamó el gigante, lleno de alegría.

-¿Quién te ha hecho daño? ¡Tienes señales de clavos en las manos y en los pies! Por muy viejo y débil que esté, mataré a las personas que te hayan hecho esto.Olvidándose de que tenía las piernas muy débiles, corrió escaleras abajo y atravesó el jardín. Pero al llegar junto al pequeño enrojeció de cólera.
Entonces el niño sonrió dulcemente y le dijo:
-Calma. No te enfades y ven conmigo.
-¿Quién eres? -susurró el gigante, cayendo de rodillas.
-Hace mucho tiempo me dejaste Jugar en tu jardín -respondió el niño-. Ahora quiero que vengas a jugar al mío, que se llama Paraíso.
Esa tarde, cuando los niños entraron en el jardín para jugar con la nieve, encontraron al gigante muerto, pacificamente recostado en un árbol, todo cubierto de flores blancas.

jueves, 1 de marzo de 2018

El canibal



La familia está almorzando. Viene la empleada y dice que hay un mendigo en la puerta pidiendo comida. La señora le dice a la empleada que le dé un pedazo de pan. El marido protesta. Es mejor no dar nada, si no se le acostumbra mal. El vagabundo que vaya a buscar trabajo. El hijo mayor, un liberal, dice:
— Por lo menos un pedazo de pan, papá.
La hija algo de izquierda dice que es mejor no dar nada.
— Así él se rebela de una vez.
— Esto es típico de ustedes — dice el hijo liberal.
— ¡La caridad no sirve de nada! — responde la hija algo de izquierda.
— Por lo menos un miserable tendrá un pedazo de pan — contesta el hijo liberal.
— Señora, interrumpe la empleada, creo que pan él no aceptará, ¿eh?
— ¿Ah, no? — exclama el marido, sarcástico. ¿No querrá a lo mejor mi filete? ¿Papas sautée? ¿Quiere ver la carta de vinos?
La empleada explica que el mendigo había preguntado si había alguien que comer. Silencio en el comedor. ¿Cómo?
— Preguntó si había alguien que comer. Dijo que hasta podría ser un niño. Alguien que no fueran a echar de menos...
Junior, el benjamín, salta de su silla y, lleno de curiosidad, corre hacia la puerta antes de que los demás le puedan detener. Luego de algunos minutos el marido le dice a la empleada que vaya a ver qué pasó. Ella vuelve y dice que no hay vestigios de Junior y que el mendigo todavía sigue allí. El padre dice:
— Jorgito, anda tú.
— ¡Mi hijito no!, protesta la señora.
— Ve, Jorgito. Si te come a ti también, sabremos cuáles son sus verdaderas intenciones.
Jorgito salta con entusiasmo de su silla y corre hacia la puerta. La empleada va a ver y de regreso dice que Jorgito desapareció, pero que el mendigo sigue con hambre.
— ¡Yo dije que Jorgito estaba muy delgado!, solloza la señora.
El hijo liberal toma una decisión. Se levanta y anuncia:
— Tendré una conversación con él. Él tiene que entender que la violencia no lleva a ningún lado. Debe reivindicar sus derechos a través de la política partidaria, en un diálogo franco y abierto. Regresaré en pocos minutos.
Luego de algunos minutos el marido le dice a la empleada que vaya a ver qué sucedió. Ella regresa diciendo que del hijo liberal sólo quedaron los anteojos. El mendigo sigue allí.
— ¿Y todavía no está satisfecho?
— Parece que no.
— Sólo queda una cosa por hacer — dice el marido, levantándose. Voy a traer mi arma.
— ¡Yo voy contigo!, dice la señora.
— De acuerdo. Tú le distraes mientras yo voy por detrás de la casa y lo ataco. Con esa gente sólo a bala.
Los dos salen del comedor, donde sólo quedan la hija algo de izquierda y la empleada. Después de algún tiempo, la hija algo de izquierda le dice a la empleada que vaya a ver qué sucedió. La empleada vuelve y dice que de la pareja sólo quedó el arma y un pendiente de la señora.
— ¿Y el mendigo?
— Está con cara de quien comió y no disfrutó.
— Esto no me sorprende — dice la hija algo de izquierda. Bueno, nadie puede decir que soy una persona insensible. Sé lo que hay que hacer.
Ella empieza a levantarse. La empleada le pregunta si ella también se va a ofrecer al caníbal.
— No seas tonta. Le voy a dar un Alka Seltzer. Yo siempre dije que esta familia era indigesta.


Pero el caníbal se traga a la hija algo de izquierda con el Alka Seltzer.

La carga de la brigada ligera

Lord Alfred Tennyson  La mitad de una comunidad,  La mitad de una comunidad hacia delante  Todos en el valle de la Muerte  Cabalgaron l...